Fernando Partida tiene la sensación de seguir viviendo confinado. Sale una hora por la mañana y otra por la noche, cuando menos gente puede cruzarse. ¿La razón? Está trasplantado de riñón, es consciente de que es población de riesgo y la situación de la atención sanitaria en su pueblo “no es precisamente un aliciente”. Vive en Los Molinos, una localidad al noroeste de Madrid, y su consultorio abrirá este martes a la atención presencial por primera vez en casi cuatro meses tras la reorganización de la atención primaria que la Consejería de Sanidad acometió cuando llegó la pandemia: se cerraron servicios, se concentró la atención en los centros de cabecera y se blindaron los edificios primando la atención telefónica. Y en Los Molinos, como muchos otros municipios de la sierra madrileña, parecen haber vuelto a los veranos de los setenta.
“La parte de la sierra de Madrid duplica población”, explica al teléfono Salvador Casado, médico de familia en Soto del Real, a 30 kilómetros al este del pueblo de Partida, al otro lado del parque de la Cuenca Alta del Manzanares: “Quizás este año más porque la gente no se marchará al extranjero, se quedará cerca. Además, la población fiel a la sierra suele ser mayor, pacientes con patologías más complejas de manejar. Y mucha población joven, caídas, esguinces, picaduras… Mucho trabajo. ¿Refuerzo?, nada de nada”.
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